domingo, noviembre 25

Rosés, Assumpta.

EL PUNT
Domingo 27 de julio de 2003

El cielo y el infierno, una ilusión desde el purgatorio

“Miguel Pueyo es una artista navarro que expone en el Museu d´Art Modern de Tarragona después de ganar el segundo premio de escultura de la última Bienal. El formato formal de sus obras son unas cajas cúbicas o cilíndricas donde crea una suerte de escenarios con luz y espejos. Las piezas se nos ofrecen como estancias que aparentemente podemos penetrar y habitar. Hay que introducirse en ellas, colocarse justamente en un punto preciso para ver los efectos multiplicadores del espacio, percibir las proyecciones ilusorias, las connotaciones metafísicas y el reflejo de propio ojo, sutilmente integrado en la propia obra.

Como ejemplo, fijémonos en una obra sin título, un gran cilindro horizontal de dos metros de largo y 90 cm. de diámetro, con espejos traslúcidos enfrentados que reflejan las líneas luminosas de los neones colocados en el interior y que crean el efecto de un conducto de luz infinito. Al fondo del tubo vemos, si nos colocamos apropiadamente, un gran ojo flotando que nos interroga y vigila. Es solamente la suma de nuestros ojos vistos por ellos mismos y fusionados en una sola imagen. No todo el mundo verá lo mismo: dependerá de pequeñas diferencias del punto de vista, del enfoque, de la calidad de la visión, de la coordinación ocular, del hábito de mirar.

DIFERENTES VERSIONES, FORMATOS Y SIMBOLISMOS DESARROLLAN LAS POSIBILIDADES DE ESTE TRABAJO QUE INTEGRA LA ABSTRACCIÓN, LA GEOMETRÍA, LOS NUEVOS MATERIALES Y LA CREACIÓN DE ESPACIOS VISUALES

Otra obra muy característica es Purgatorio. Dos cajas cuadradas con neones en cada costado y, otra vez, juegos de espejos que multiplican la profundidad. Las dos cajas, con luz azul una y roja la otra, están colocadas en el suelo y en lo alto, simulando dos entradas que responden a nuestras mitologías ancestrales y a nuestras convenciones religiosas. El espectador puede asomarse dentro del espacio que las separa y ver, desde alí, los caminos infinitos que llevan al cielo y al infierno. Pero las cajas se reflejan también la una en la otra y más allá del primer efecto, vemos caminos rojos y acules que se alternan. ¿Puede ser que después del camino del cielo volveremos al del infierno y viceversa? ¿Llegaremos a algún sitio? Si nos estamos un rato ante la obra, no tardaremos en vernos nosotros mismos, como una sombra perdida entre las luces.

Diferentes versiones, formatos y simbolismos desarrollan las posibilidades de este trabajo, que integra la abstracción, la geometría, los nuevos materiales industriales incorporados a la escultura y la creación de espacios virtuales. Se reserva un lugar protagonista para el espectador que ha de ser especialmente activo para acabar la obra con su mirada y darle así un sentido. El conjunto de las piezas es unitario, están muy bien realizadas, de diseño acabado, con un tratamiento sobrio de los volúmenes y de los materiales. En algunas se nota un cambio, son las que dejan al aire los cables eléctricos, los tubos de luz surgen del espacio cerrado de las cajas y las estructuras y recubrimientos exteriores tienden a desaparecer. Ocupan el espacio de una manera más informal y no condicionan tanto el punto de vista.

Minimalismo y posmodernidad

El espectador de la exposición queda sorprendido por un hecho que no puede dejar de comentar. Las esculturas se exponen al lado de sus embalajes y, algunas, después de todo, en parte, dentro de sus cajas de madera. Tapas, listones, materiales protectores y maderas quedan incorporados a la instalación, modifican y confunden los significados y no-significados de las obras. Perecería que el autor quiere huir de la claridad minimalista del trabajo para penetrar en la deconstrucción, la divergencia de lecturas y la intencionada confusión. Son unos embalajes excelentes que le deben haber costado un ojo de la cara y no me extraña que el artista los valore. Ajustados a cada pieza, forman parte de la pieza como un segundo cuerpo físico, pero no queda claro cual es el motivo que justifica su presencia distorsionadota, si no es precisamente eso: la voluntad de distorsión. Es decir, la salida de la proposición clara y unitaria para sumirse en las variables interpretaciones de una obra posmoderna que se presenta abierta e inacabada, dejando al espectador, cada vez más, la responsabilidad de interpretar y reconstruir un discurso fragmentado y lleno de interferencias”