domingo, noviembre 25

De la Torre Amerighi, Iván.


www.Tu.tv


EXIT Express.

Nº 21. Verano 2006

NuevaSpaña

Ya el subtítulo de la exposición de Miguel Pueyo -Mapa político- nos habla de unas intenciones y posicionamientos que poco o nada tienen que ver con la corrección política y la timorata capacidad crítica de la que adolece la sociedad española.Vivimos en un mundo ficticio, de fuertes cromatismos, de espacios lúdicos y de banal confort, administrados en tantas dosis preceptivas de ocio que han terminado por anular nuestras conciencias de realidad. Aquí cualquier salida de tono -frente la salmodia monocorde y huera de algunos políticos- o cualquier expresión de un pensamiento propio, original y bien articulado (o al menos coherente) - frente al abandono ciudadano de estas parcelas-, suenan como cantos horrísonos y amenazantes.


Por medio de videocreaciones e imágenes fijas manipuladas , Pueyo (Pamplona, 1974) ironiza sobre el presente y el futuro de la realidad territorial e idiosincrásica de nuestro país…perdón, de nuestro estado. Este planteamiento “¿qué pasaría sí…?” le permite adentrarse el el camino de la elucubración. Al menos, con la sorna y la amarga guasa de quien prevé un futuro bastante parecido. Eso parece querer decirnos el artista. Si la táctica de separación territorial con respecto al estado nacional se lleva a cabo, a lo mejor este desgajamiento emocional e histórico conlleva uno físico y terminamos encontrándonos, de golpe y porrazo, con unas espléndidas playas en Ponferrada (León), en la bahía de Cenicero (La Rioja), o entre los acantilados de Fraga Beach (Huesca).Todo no se resume, sin embargo, en una ironización más o menos transgresora, más o menos ocurrente. En el vídeo El Zulo de desarrolla con tacto un asunto desgraciadamente inseparable de la historia reciente de España, sobre el cual elabora con aprovechamiento el crador navarro un discurso que entroca con las estrategias del cuerpo y el espacio, tan queridas por el arte último . En esta reinterpretación creativa y simbólica de la tortura, con inteligencia, ha utilizado a un sujeto anónimo y desnudo que ha situado en un paisaje interior higiénico y aséptico, apenas modulado sutilmente por la iluminación. De tal modo, se ha realizado toda referencia, toda particularización, lo que ha transformado el secuestro físico en tortura mental, lo que ha convertido el hecho excepcional en metáfora universal del extrañamiento y la ignominia que supone la violencia del hombre con el hombre.