domingo, noviembre 25

Castaños, Enrique

NuevaSpaña
Galería Casaborne. Antequera. Hasta el 13 de junio de 2006.

Reflexión sobre la barbarie
http://www.enriquecastanos.com/

Entre 1999 y 2004 la obra de Miguel Pueyo (Pamplona, 1974) se centró fundamentalmente en la realización de series como las Cajas de luz, Redes y Artefactos, piezas todas ellas en las que trabajaba con la luz y que en cierto modo pueden remitir a los tubos fluorescentes de la propuesta minimalista de Dan Flavin, pero mientras que el neoyorquino trabaja difuminando la luz en el espacio circundante, mezclando en el espacio diferentes luces coloreadas de la misma obra, o tratando de asimilar su concepto con la pintura, el creador navarro concebía sus cajas de luz como ventanas hacia el infinito, o bien reflexionaba a través de ellas sobre los medios de comunicación, la posmodernidad y la sociedad informatizada.

Esa luminosidad clara de su obra anterior se oscurece a partir de 2004 con una propuesta diferente, mucho más comprometida moral y políticamente. Nos estamos refiriendo a Zulo, una instalación que trata de reproducir un zulo real en el Horno de la Ciudadela de Pamplona, y que ahora se presenta aquí como una filmación en la que vemos y observamos el comportamiento de un supuesto ocupante. La instalación de Pueyo, a semejanza de la actitud de Santiago Sierra en la Bienal de Venecia, imponía estrictas condiciones de accesibilidad. Si el visitante aceptaba introducirse en el habitáculo de dos metros de largo, uno y medio de ancho y un metro setenta de alto, iluminado por una tenue bombilla de 40 vatios y equipado con un catre, un cajón de madera y una lata roñosa para los orines, teniendo en cuenta que como mínimo debía permanecer una hora y como máximo tres días, pero sin saber nunca cuánto tiempo estaría, entonces, ese visitante no podría ver la instalación por fuera, de igual modo que el visitante que quisiera sólo contemplar la instalación no podría jamás acceder a su interior. Una decisión excluía radicalmente la otra.

Miguel Pueyo reflexiona aquí sobre la forma más atroz de barbarie, la del terrorismo nacionalista, un mal absoluto desde el punto de vista moral que pretende destruir por completo la identidad y personalidad del individuo secuestrado, una de las formas de tortura física y psicológica más inhumanas que existen. Esto no es una frivolidad. Tampoco Pueyo juega ni mucho menos con el horror. Dio la casualidad que el día previsto para su inauguración en Pamplona fue el 11 de marzo de 2004, una mañana espeluznante en la que el propio Pueyo iba escuchando el creciente número de muertos por la masacre madrileña. Pospuso pero no canceló su muestra. Quiso ser consecuente en todo momento.

Ironía, en cambio, y sentido del humor destila su proyecto NuevaSpaña, dejando constancia del alejamiento de los políticos respecto de las necesidades reales de los ciudadanos. Pueyo traza un nuevo mapa de España en el que los territorios propensos al nacionalismo identitario, irredento, provinciano, egoísta y localista, se han convertido supuestamente en islas escindidas de la Península, con lo que, de paso, algunas regiones que antes no la tenían tienen así playa y podrán disfrutar del ocio veraniego.