domingo, noviembre 25

2005. ¿Por qué será que nos atraen los agujeros

Noviembre 2005
Texto sobre Paco Nadie.
Catálogo H. Premio Astragal 2005
D.L. AS-5954-2005
ISBN. 84-689-5303-2

¿Por qué será que nos atraen los agujeros

los oscuros pozos insondables de deseo, de misterio y de desconocido mundo?. Por qué será, digo, y no hace falta ese asomo de sonrisa burlesca en la comisura de los labios, que todos estamos pensando en lo mismo, que es un tema muy serio, que no es cosa nueva que nos atraigan los agujeros, quizás por el contenido sexual, vale, ya lo he dicho, quizás por lo desconocido, esa nueva puerta a un mundo que puede, creemos siempre, ser mejor que el que tenemos, como si este fuera tan malo. Por lo que sea, nos atraen.

Le pasó a Oteiza siendo niño, que jugaba en unos grandes agujeros excavados en su playa de Orio, escondiéndose dentro, y miraba para arriba y veía el cielo y aquello le parecía inmenso y entonces le gustaba contemplar el espacio puro a través de las paredes de aquel agujero. Me contaba la anécdota Pedro Manterola y luego se la oía contar a él mismo, a Oteiza, en un video en su Fundación, así que habrá que pensar que es cierta, que por qué no iba a serla. Oteiza, sentado en el fondo de aquel agujero, de niño, reflexionaba y meditaba, claro, un agujero como el seno materno, un espacio oscuro y al final, la luz, y decidió que se hacía artista, si es que eso se puede decidir, y comenzó a trabajar en el espacio y en la materia y a poner tabiques a lo que tanto le había gustado. La esfera se desocupaba y nos dejaba unos garabatos en el aire, que luego rodaban por la playa dejando surcos, iguales a los del aire pero dibujados en la arena, y luego sus cajas metafísicas nos hablaban del espacio interior y del exterior, del dentro y del fuera, y cada día le gustaba más el espacio y menos la materia, hasta que un día se quedó sin tabiques que levantar, dijo, y dejó la escultura porque el no tenía nada más que decir, con las manos, y se puso a hacer poesía, y filosofía, que se puede decir lo mismo y es más barato, decía, y que él no tenía el pánico de los escritores al folio en blanco, que pones una palabra aquí, otra allí y ya está, escultura, poesía, eso decía. Y Arheim le retoma el testigo y afirma que la escultura consiste en capturar el espacio, se quedaría calvo, entre otras cosas.

Pero en Oteiza, y volvemos a la sonrisa en los labios, no había un contenido sexual, y si lo había, sin embargo, en Lucio Fontana, artista conceptual pero, por lo visto, poco amante del trabajo duro. Quería Fontana traspasar el lienzo, y hablar de lo que había al otro lado, y del concepto de espacio, y de la tridimensionalidad del espacio, y de la poca necesidad de que el artista se manchase las manos, afirmación tan de moda por aquellos días y que sigue vigente, y dándole un tajo a un lienzo encontró la solución a todos sus problemas, casualidades de la vida, que el tajo que soltó era vertical, como la sonrisa, la vertical, y todos encontraron referentes sexuales y fue una maravilla como un acto tan simple y tan puro hablaba de tantas cosas, también del otro lado, el oscuro, el misterioso, y también de violencia. Y también, como no, del poco amor al trabajo de Fontana, que una vez hecha la obra le puso de título espacio conceptual y de ahí no se salió, sea pereza, sea constancia y perseverancia en la creencia de su acierto. Y eran necesarias todas esas connotaciones paralelas, valores añadidos a la obra, para que Fontana pasara a formar parte de la historia del arte, porque puestos a hacer solamente un primer plano del sexo de mujer, nos bastaba el “Origen del mundo” de Courvert, un escándalo en sus días y aún hoy en día pieza interesante que a todos nos fascina, por su frescura, diría descaro, que nos vuelve a asomar la sonrisa, y nos parece que era un genio, este Courvet.

No encuentro en Paco la violencia de Fontana, sea porque le conozco y le veo como es, pero su obra es, eso si, poderosamente sexual. Habla de conceptos, de Oteiza le veo yo, como el silencio, el espacio de recogimiento, de reflexión, y habla de soledad y de vacío, de oscuridad y misterio, y de poesía. Lo que quieras. Pero no de violencia. Y sí, de sexo. De Fontana tiene, creo, la sexualidad, solo que la de Fontana es más conceptual, la de Paco es ORGÁNICA, son las piezas de Paco de carne, aprehensibles, apetitosas, absolutamente voluptuosas, y tienen casi un punto de repugnancia, pero casi, porque luego nos resultan agradables, y nos acercamos a ellas con deseo. Robert Gubert o Louise Bourgeoise son dos artistas a los que se me va la cabeza cuando pienso en la obra de Paco, pero infinitamente más sutil este último, más delicada y mucho más conceptual su obra, que tanto Bourgeoise como Gubert plantean los conceptos sexuales de un modo brutal, con salvaje violencia, y hablan de penetración, aunque con un evidente uso de la organicidad, un poder-querer tocar las cosas. No son sutiles, ni falta les hace, pero si es sutil Paco Nadie, amante de la reflexión, el silencio y las palabras pausadas, de la reflexión. Por eso sus orgánicas y sexuales piezas, agujeros por toda la pared complemento perfecto de aquellas divertidísimas salchichas voladoras que le vimos la última vez, y luego estos agujeros, agujeros por toda la pared, decía, acompañados de la letra H, de micrófonos y altavoces sin voz, de silencio.

Y esta última reflexión, la del silencio, nos da paso a un interesante aspecto de la obra de Nadie de la que no habíamos hablado hasta ahora y que no podemos dejar de tocar: el silencio. Los altavoces de su instalación están conectados, Paco hace hincapié en ello, porque no es lo mismo silencio que vacío. Recuerdo aquellos enormes dibujos de Paco de briznas de hierba, gigantes, mecidas por el viento, me imagino toda la sala llena de aquellos enormes papeles, y pienso que tenía que ser un extraordinario espacio de paz, de tranquilidad. Es ese sonido el del silencio. El vacío, la ausencia de sonido, es terrible y angustioso, el silencio es reposo. Nos ha pasado, editando video, que tienes que poner silencio (sonido de fondo) en las imágenes, porque el vacío, la ausencia de ese ronroneo de fondo, hace que las imágenes sean irreales y deprimentes. Kubrick lo sabía bien y en 2001, luego copiado por mil cineastas, cuando los actores se mueven por el espacio, no hay sonido, hay vacío, no hay nada, y la sensación de ingravidez y de espacio desconocido aumenta y sobrecoge. Es importante el silencio, en vacío no se puede ni pensar, el silencio es indispensable.

Escribo estas líneas, meditando sobre el trabajo de Paco y de pronto me entra una cierta tristeza. Porque reflexionando sobre su obra me surgen más y más detalles, y me da la sensación de que, desvelándolos le privo al espectador de poder descubrirlos por si mismo, de gozar del placer de percibir algunos de los sutiles matices que pueblan la obra, porque los ambientes que él recrea son para eso, para detenerse y meditar y yo voy y escribo todo esto y les desvelo una parte del misterio, les cuento el argumento de la película, y de pronto me siento todo lo contrario a como se siente Sánchez Castillo, pregonando a voz en grito, cartel luminoso mediante, desde el balcón de Juana, que “NO”, que los Reyes no son los padres, manteniendo la ilusión hasta el final.

Y me siento un poco mal.